LAGOS, LAGUNAS, MALLINES, ARROYOS Y RÍOS

ÁREAS DE HUMEDALES, SUS COSTAS Y BARRANCAS

Conozcamos el contexto donde viven nuestras aves

Incluyen arroyos, ríos y sus brazos, lagos y sus bahías, lagunas y mallines. Contienen vegetación acuática como algas, plantas sumergidas, juncos, totoras y pastos tiernos, además de invertebrados y peces. Todos estos recursos son utilizados por las aves para construir sus nidos y alimentarse. Las diferentes especies de aves pueden nidificar directamente sobre el agua, sobre plantas de las orillas o en huecos que excavan en barrancas. Los cuerpos de agua son muy dinámicos, pudiendo presentar crecidas o bajantes que generan modificaciones en los hábitats y en el comportamiento de las aves acuáticas. Si quiere conocer que características presenta estos biotopos de nuestra Patagonia cliquee en ingresar

FORMACIÓN DE LAGUNAS Y MALLINES
AVES DE HUMEDALES
OTROS SERES DE LOS HUMEDALES

Correcciones a cargo de Lic. Andrea Medina y Mgs. Sergio Tiranti -AUSMA UNCo-


FORMACIÓN DE LAGUNAS Y MALLINES


Los humedales de la Patagonia argentina ocupan aproximadamente el 5 % de la superficie total de esta región (Iriondo 1989) y se localizan desde la cordillera de los Andes hasta la costa atlántica a lo largo de un gradiente de precipitación oeste-este (3.000 a 200 mm de media anual). Agrupan ambientes de diversas características como lagunas y mallines. En particular los mallines o vegas constituyen una fuente importante de recursos para especies nativas terrestres y aves acuáticas y además sustentan la economía regional basada en la ganadería. Debido a esto último, existen estudios pormenorizados sobre su vegetación y los efectos ocasionados por el sobrepastoreo (Soriano 1956a, 1956b, Boelcke 1957, Cabrera & Willink 1980, Becker et al. 1985, Bonvisutto & Somlo 1998, Bran et al. 1998, León et al. 1998, Collantes & Faggi 1999, Hauenstein et al. 2002 y literatura citada en estos trabajos). El conocimiento de lagunas es fragmentario, sin embargo, sugiere claramente su importancia en el aporte a la biodiversidad regional. Diversos estudios señalan al uso de la tierra y a la introducción de especies exóticas como los factores de mayor impacto sobre las comunidades originales de los humedales patagónicos (Bonvisutto et al. 1992, Modenutti & Balseiro 1994, Mensching 1996, Aguiar & Sala 1998, Bertiller & Bisigato 1998, Bonvisutto & Somlo 1998, del Valle 1998, Iglesias & Pérez 1998, Macchi et al. 1999, Pascual et al. 2002). Actualmente debería considerarse también el efecto de los fenómenos de cambio climático global que afectarían, según las tendencias mundiales, principalmente a los humedales de la Patagonia árida (Paruelo et al. 1998, Sala et al. 2000, Brinson & Malvárez 2002).

TIPOS DE HUMEDALES

Los humedales considerados incluyen lagos someros, lagunas, mallines y arroyos. Los lagos y lagunas están asociados a valles fluviales o pertenecen a cuencas endorreicas (Iriondo 1989, Drago & Quirós 1996, Modenutti et al. 1998a). En el extremo oeste y sobre los 1.500 m. de altitud, estos sistemas se localizan en el fondo de circos glaciarios rodeados de vegetación de altura. Por debajo de esta altura, las lagunas se asocian a ingresiones de la Selva Valdiviana, a bosques mesófilos y comunidades arbustivas. Las riberas son también el hábitat de varias plantas llamativas. A los Arrayanes (0 quetris) se suma Pataguas y los Pangües o Nalcas, hierbas de enormes hojas circulares y dentadas de hasta un metro de diámetro. En el este del gradiente estudiado las lagunas se localizan en cuencas cerradas rodeadas por estepas arbustivo-graminosas (Roig 1998). Existen dos sistemas de lagunas ubicadas sobre mesetas basálticas y en zonas florísticas particulares. Estas son las lagunas del Parque Nacional Laguna Blanca (Provincia del Neuquén) que se encuentran dentro del distrito florístico de Payunia y las lagunas de la meseta del Somuncurá (Provincia de Río Negro) que están rodeadas de un monte halófilo con elementos del Erial Patagónico (Roquero 1968, León et al. 1998). La vegetación acuática característica de las lagunas en general se compone de especies palustres (juncos de diversas especies), emergentes (Potamogeton sp. y Myriophyllum sp.) y sumergidas (Chara y Nitella) (Correa 1964-1984, Cei & Roig 1966, Cei 1969, Cei 1971, Neiff 1973, Tur 1987, Iglesias & Pérez 1998). En cuanto a las características fisicoquímicas del agua, las lagunas del oeste se caracterizan por ser bicarbonatadas cálcicas y silícicas (Pedrozo et al. 1993, Drago & Quirós 1996). En contraste, las de las lagunas del Este poseen aguas ricas en calcio o sodio, lo cual indica la contribución de minerales de roca o del balance de precipitación-evaporación en el control de la química del agua (Pedrozo et al. 1991, Drago & Quirós 1996, Modenutti et al. 1998a y referencias citadas en estos trabajos). Las lagunas presentan diferencias marcadas en sus características fisicoquímicas en el gradiente oeste-este. Los sistemas del extremo Oeste en general presentan aguas levemente ácidas o neutras con pH en el rango de 6 a 7,5 y conductividad entre 10 y 150 µS cm-1. Las lagunas del centro del gradiente presentan aguas alcalinas (pH 7-11) y conductividad entre 400 y 2.000 µS cm-1. Estas últimas son ambientes turbios debido a la suspensión de los sedimentos por la acción del viento, a la elevada productividad y carga de materia orgánica. En particular, los sistemas de Laguna Blanca y del Somuncurá presentan pH alcalino (7,2-9,76), conductividad entre 1.000 y 3.900 µS cm-1 y elevada concentración de sólidos en suspensión (Cei & Roig 1966, Cei 1969).

CLIMA

El clima sobre estos lugares de Patagonia, donde existen manantiales o se acumula agua formando extensas praderas anegas, llamadas “vegas” en la Cordillera y mallines o lagunas en la Estepa patagónica, es templado o templado-frío con una temperatura media mínima anual mayor a 0 °C y un patrón isotérmico NO-SE determinado por la presencia de los Andes y los vientos del oeste (Beltrán 1997, Paruelo et al. 1998). Posiblemente el factor que más influye los ciclos hídricos de los humedales es el régimen de precipitación-evaporación (Paruelo et al. 1998). Existe un gradiente de precipitación abrupto que va desde los 3000 mm anuales en el oeste (72° O) a menos de 200 mm anuales en el límite Este (65° O). La evaporación es elevada a lo largo de todo el año y en toda la región. Por lo tanto, el balance de precipitación-evaporación es desfavorable en la porción este del gradiente condicionando fuertemente el régimen hídrico de los humedales. La oscilación interanual de El Niño (ENSO) también introduciría cambios en los ciclos hídricos de los humedales debido a su efecto sobre las temperaturas medias estivales y las precipitaciones de la región (León et al. 1998, Paruelo et al. 1998, Lábraga & López 2000). Por otra parte, las características edáficas y de la vegetación de estos ambientes determinan el ritmo de la evaporación y las fluctuaciones del hidroperíodo (del Valle 1993, 1998, Mensching 1996, León et al. 1998, Paruelo et al. 1998, Horne et al. 2004a, 2004b).


AVES DE HUMEDALES



En las orillas de lagos y lagunas de los bosques subantárticos, donde hay periferias más someras que permiten el arraigo de vegetación palustre o playas cubiertas por vegetación herbácea, y en los remansos de los ríos, puede contemplarse mayor biodiversidad de especies de aves. Gallaretas de ligas rojas y macáes deambulan entre los juncos. El mayor de estos, el Huala, patrulla las transparentes aguas y sorprende con sus persecuciones territoriales. El pato Quetro volador (de gran porte) y el pato zambullidor grande bucean en busca de crustáceos, moluscos y otros invertebrados acuáticos, mientras que Patos de anteojos y Cauquenes reales y comunes pastorean o se asolan en las costas. El tero al igual que los cauquenes y bandurrias, frecuentan además mallines y otras áreas húmedas en busca de su alimento cotidiano. De las garzas, la crepuscular Garza bruja es la única presente y forma con el Huala, el Bigúa y el Martín pescador la cofradía local de pescadores alados.

Las ondulantes superficies de muchas mesetas configuran pequeñas cuencas endorreicas donde se acumula el agua de deshielo. Particularmente en las cercanías de la Cordillera, donde las lluvias son más abundantes. Algunas de las cubetas contienen lagunas salitrosas, pero aquellas de agua dulce suelen tener una densa vegetación sumergida: praderas de Vinagrilla que, al florecer, crean la imagen de un tapiz rojo que recubre el espejo de agua. En las flotantes extremidades de esta planta anclan sus plataformas de nidificación las Gallaretas y Macáes: tanto el Macá plateado (abundante en el oeste patagónico) como el Macá tobiano mucho más al sur de Patagonia sobre lagunas de la Meseta del Lago Buenos Aires. Cisnes, diversos patos, flamencos y gran variedad de limícolas completan la nutrida avifauna en estos cuerpos de agua, de desguarnecido aspecto por tener una vegetación palustre emergente en su contorno. Lagunas del sudoeste patagónico son el punto final de las migraciones de las numerosas limícolas -Chorlos, Playeros y Falaropos-. Estas especies escapan al invierno del hemisferio norte, dónde nidifican, para reemplazarlo por una estancia estival en el hemisferio sur. De ellas, los Falaropos y Chorlos son los que se desplazan en grupos más compactos.

Los mallines se corresponden típicamente con la red de drenaje, localizándose en llanos aluviales, cauces fluviales, cubetas y depresiones (Dimitri 1962, Rabassa & Brandani 1983, Bran et al. 1998). Estos sistemas se encuentran a lo largo del gradiente oeste-este, observándose tanto en la región altoandina como en zonas más bajas de bosque y estepa. Estos ambientes son praderas higrófilas de ciperáceas, juncáceas y gramíneas (Boelcke 1957, Iriondo et al. 1974, Cabrera & Willink 1980, León et al. 1998, Raffaele 1993, 1996, 1999, Roig 1998, Mazzoni & Vázquez 2004). En los mallines de altura la composición florística varía de acuerdo con la pendiente (Raffaele 1993, 1996, Gandullo & Schmid 2001), mientras que en los de estepa depende de la salinidad del suelo determinada por el grado de pastoreo (Bonvisutto et al. 1992). En los mallines prístinos el suelo es ácido, pobre en oxígeno, con exceso de anhídrido carbónico y presenta alta concentración de materia orgánica por la acumulación de restos vegetales (Iriondo et al. 1974, Raffaele 1999). La coloración del agua generalmente es pardo-rojiza debido a la elevada concentración de materia orgánica y a la presencia de clamidobacterias ferruginosas (Briones 1978, Úbeda 1998).



OTROS SERES DE LOS HUMEDALES



Comunidades biológicas Si bien existe un cuerpo de información importante sobre las comunidades terrestres de los humedales, la fauna y flora acuática y semiacuática han sido poco estudiadas. En las zonas cercanas a la cordillera el único mamífero pescador es el Huillín, una nutria endémica hoy muy escasa por la caza ilegal, la presencia de su competidor exótico, el Visón americano, pero también por la disminución de unos cangrejos de agua dulce del género Aegla, llamadas Páncoras, -parte sustancial de su dieta-. Las Páncoras, tienen una conformación redondeada y pueden llegar a los 50mm o 60mm de largo. Son omnívoras, agresivas y territoriales, prefiriendo fondos rocosos que les brinden abundante protección. La herbívora falsa nutria o Coipo e el otro mamífero acuático de la región. Las riberas son también el hábitat de varias plantas llamativas. A los Arrayanes (0 quetris) se suma Pataguas y los Pangües o Nalcas, hierbas de enormes hojas circulares y dentadas de hasta un metro de diámetro.

En las zonas áridas los humedales constituyen el hábitat crítico de comunidades acuáticas complejas integradas por especies de invertebrados, peces, anfibios y aves (Olivier 1962, Cei & Roig 1966, Cei 1969, 1970, 1971, 1972, 1980, 1982, Ringuelet et al. 1967, Ringuelet 1975, Paggi 1981, 1999, Menu-Marque & Marinone 1986, Narosky & Izurieta 1987, Marinone 1994, Modenutti & Balseiro 1994, Úbeda & Grigera 1995, Almirón et al. 1997, Ortubay et al. 1997, Diéguez & Balseiro 1998, Modenutti et al. 1998a, 1998b, Úbeda et al. 1999, Lavilla, et al. 2000, Menu-Marque & Balseiro 2000, Ortubay & Cussac 2000, Bello 2002, Pascual et al. 2002, Baigún & Ferriz 2003, Cussac et al. 2004, Ortubay et al. en prensa). Esto se halla mejor documentado para los peces y anfibios en relación con otra fauna, destacándose su gran riqueza específica y su importancia desde el punto de vista de la conservación de la fauna autóctona patagónica (Úbeda & Grigera 1995, Ortubay 1997, Iglesias & Pérez 1998, Lavilla et al. 2000). Los anuros del norte de la Patagonia argentina comprenden exclusivamente especies nativas pertenecientes a dos grandes grupos: especies de la selva valdiviana y bosques australes y especies de humedales de estepa y monte. La diversidad del grupo declina de oeste a este, asociada a la disminución drástica de la complejidad ambiental. La batraco fauna del oeste está marcada por la historia de retracción de los bosques australes producto de la aridización y el avance y retroceso glaciar desde el centro del continente hacia la cordillera (Cei 1982). Al oeste se distingue una serie de endemismos de especie y distribuciones restringidas a refugios valdivianos o lagunas de altura. La evaluación del estado de conservación de la fauna argentina recomienda la protección de los anfibios debido a que la totalidad de sus especies está incluida en listados de conservación prioritaria (Lavilla et al. 2000). Por otra parte, aunque los peces no han sido considerados en las agendas de conservación de la región, se ha establecido que a nivel mundial son los vertebrados en mayor riesgo después de los anfibios (Pascual et al. 2002, Saunders et al. 2002). Los humedales de zonas templadas están afectados por cambios en las variables climáticas como la temperatura, precipitación, circulación oceánica y atmosférica (Brönmark & Hansson 2002). Los efectos de estos fenómenos climáticos globales sobre los humedales de la Patagonia no han sido estudiados en este sentido, si bien podría inferirse un efecto similar a lo observado en otras latitudes (Sala et al. 2000, Brinson & Malvárez 2002, Brönmark & Hansson 2002). Se espera que el mayor impacto se produzca a consecuencia de las temperaturas crecientes que determinarían cambios drásticos en los regímenes hídricos. Este fenómeno y otros disturbios presentarían interacciones tanto acumulativas como multiplicativas (Brinson & Malvárez 2002, Brönmark & Hansson 2002). Extendiendo esa proyección a la tendencia que se observa actualmente en la Patagonia argentina, el incremento que se registra en la temperatura media anual en esta región favorecería los procesos de desertización y aridización potenciando los efectos del uso de la tierra (Bonvisutto et al. 1992, Mensching 1996, Aguiar & Sala 1998, Bertiller & Bisigato 1998, Bonvisutto & Somlo 1998, del Valle 1998, Paruelo et al. 1998). Si bien se considera que los humedales del hemisferio sur aún mantienen gran parte de su biodiversidad original (Brinson & Malvárez 2002), algunos humedales patagónicos como los mallines, presentan señales de deterioro. Esto se debe al impacto de la ganadería, la introducción de especies y al cambio climático (Bonvisutto & Somlo 1998, Iglesias & Pérez 1998, Brinson & Malvárez 2002, Blanco & de la Balze 2004 y referencias citadas en estos trabajos). La ganadería en particular afecta principalmente a los mallines ya que la modalidad extensiva ha sido sustituida por prácticas intensivas en sitios de mallín, constituyéndose como uno de sus agentes de disturbio más frecuente (Bonvisutto et al. 1992, del Valle 1993, Bonvisutto & Somlo 1998, Golluscio et al. 1998, Iglesias & Pérez 1998, Collantes & Faggi 1999, Raffaele 1999, Mazzoni & Vázquez 2004). El pastoreo y el pisoteo del ganado han reducido la cobertura vegetal en los mallines favoreciendo la evaporación, disminuyendo la capacidad de retención del suelo y exponiéndolo a la erosión hídrica y eólica (Bonvissuto et al. 1992, Mensching 1996, Mazzoni & Vázquez 2004). Los mallines sometidos a este tipo de disturbio son más vulnerables también a la invasión por especies exóticas (Raffaele 2004). Los vacíos de conocimiento que surgen de esta revisión incluyen: la interrelación de las fases terrestre y acuática en los humedales, la composición y dinámica de las comunidades acuáticas, el efecto del uso de la tierra sobre las cuencas y su impacto conjunto con variables de cambio global. La obtención de esta información requiere de un enfoque multidisciplinario que permita desarrollar investigaciones a escala ecosistémica y proponer las recomendaciones de manejo y conservación pertinentes. La Patagonia resulta una región excepcional para desarrollar programas de esta índole